sábado, 16 de abril de 2011

Cita fallida (1)

Necmi es colombiana, trabaja en un bar de copas hasta bien entrada la noche. Allí nos conocimos. Es rubia, la nariz pequeña, los ojos claros. Es posible que sean verdes o castaños. O color miel, como dicen los poetas. En más de una ocasión le he propuesto tomar algo, ir a alguna parte juntos, esto es, profundizar en el conocimiento mutuo, confrontar opiniones y puntos de vista. Pero siempre me ha rechazado. La otra noche, sin embargo, accedió a mis ruegos y me citó en su apartamento para el día de hoy, jueves, a primera hora de la tarde. Para ello me dio instrucciones muy precisas, las formas de llegar, qué autobuses coger. En una nota llevo su dirección y su número de teléfono. Son las doce del mediodía. Subo al autobús y me siento al lado de la ventanilla, junto a la puerta de salida. Me he rapado el pelo y llevo una camisa negra, muy elegante. Incluso, la he planchado. ¿Cuánto tiempo hacía que no planchaba una camisa? ¿Seis, siete meses? Es posible que más, si no contaba el bautizo de mi sobrino. Miro el reloj, todavía es temprano. Si he salido con tanto tiempo de antelación ha sido para afrontar las posibles complicaciones, no conozco la zona donde vive, la calle Mártires, junto al Materno, me ha dicho. Además, tengo un pobre sentido de la orientación. Todo está controlado, pienso, mientras el autobús toma la autovía y deja atrás la playa del Rincón, el mar, las gaviotas posadas sobre la arena. Al verlas, Necmi tiene una tatuada en el pecho izquierdo, me la imagino encima de mí, besándome. Tengo una débil erección que disimulo cruzando las piernas.

2 comentarios:

  1. Dios, ese título y ese principio bailan tango: se rozan, se repelen, se frotan y se abofetean.

    ResponderEliminar
  2. Buen comienzo, sí señor. No me hagas esperar mucho, querido Sako.

    ResponderEliminar