martes, 29 de marzo de 2011

VENTICUATRO SEGUNDOS

La historia empieza así:
Un famoso restaurador recibe a sus clientes a la puerta del negocio. Los saluda a todos como si los conociera de siempre.
Una señora agarra su mano y le pide cenar en la silla en la que una vez cenó "La Divina". El restaurador responde que ya han cambiado el mobiliario. La señora se sienta resignada en la mesa reservada, en la esquina del fondo.
Pasa el tiempo.
El dueño del restaurante sale en la tele. Es una entrevista a famosos restauradores. El hombre esta más mayor. Le preguntan si tiene alguna anécdota. Él está contando lo de la señora y la silla de La Divina:
-… es una historia que no he contado nunca, y ahora quiero recordar a esa señora, si me esta viendo, que en el segundo plato un camarero le cambió la silla. Señora, quiero que sepa, que usted cenó en la misma silla de La divina. No puedo decirle no a quien viene a cenar a mi casa, pero tampoco debo traficar con la silla de "La Divina", que guardo en mi museo particular. Aunque sea tarde, quiero que lo sepa, señora.
El restaurador ya esta viejo y sigue recibiendo a los clientes como si los conociera de siempre. Un padre con una niña preciosa de la mano le pide al oído la silla de "La Divina" para su Princesa. El restaurador le dice que lo siente con la cabeza y el padre rápidamente comprende y responde que "tenía que intentarlo".
En el restaurante los comensales disfrutan de sus respectivas cenas. En la esquina del fondo la niña se esfuerza por cortar el filete con perfectas maneras, aunque no llega bien a la mesa.
Al fondo se distingue la figura de un joven camarero que trae una silla desde la otra punta del salón.
Mientras unas viejas manos acomodan un cojín en la vieja silla, se cruzan las miradas del viejo, el papá y la niña. Entonces unas letras sobreimpresas en la parte inferior de la pantalla:

LO MEJOR PARA NUESTROS CLIENTES.

Y luego el logo del banco y fundido a negro.

sábado, 26 de marzo de 2011

miércoles, 23 de marzo de 2011

martes, 22 de marzo de 2011

BookCrossing (final y principio)

Durante unos años estuve perdido, dejé mi trabajo, las clases en el conservatorio, mi piso, el que hay junto a la parada del 60, frente al cine Alameda, cayó en manos del banco, y pronto me ví en la calle, durmiendo con una manta vieja, buscando mi reflejo en las cosas que veía a mi alrededor, pero nada hablaba de mí. Por la mañanas buscaba el libro en los huecos de los árboles, en el metro, en los parques. Todo fue en vano. Parecia que aquel hombre me lo había arrebatado para siempre, el bookcrossing, quien me mandaría meterme en problemas.
Cierta mañana encontré otro libro en el almacén donde solía pasar la noche con otros vagabundos, lo cogí y me lo metí en el bolsillo de mi abrigo. Solo pude ver el título, Allá lejos. Después subí a un autobús. Mientras empezaba a andar, me apoyé en el reposamanos, contemplé las calles, barridas por la lluvia. Sabía que ese libro era algo especial, de modo que, a veces, lo acariciaba, retrasando el momento en el que empezara a leerlo. Entonces, sentí una mirada detrás de mí, la de una mujer que se reflejaba en el cristal, unos ojos verdes o castaños, una mujer hermosa, la mujer que imaginé hace años, cuando me aposté en el Quevedo con unos prismáticos y una revista de crucigramas. No sabía si era la misma, pero decidí que la ficción tenía que formar parte de mi vida otra vez. Entonces el autobús frenó y caí perdiendo el libro, encontrándome con ella a solo tres metros de distancia.

BookCrossing (y 5)

Se bajó frente al edificio negro, y yo detrás, como un yonki tras una papelina.
Me costaba seguirle el paso, el anciano llevaba un paso cada vez más ligero. Llegué a sospechar que no era un anciano y quise comprender qué podría querer semejante impostor. Tal vez se trataba de un bromista, o un polisecreta a la caza de libros prohibidos. Estaba absorto en mis pensamientos cuando se paró a conversar con otro hombre y tuve que esconderme rápidamente pues miraban en mi dirección. Las sienes me ardían, notaba mis propios latidos recorriendo mi cuerpo, aquello me estaba afectando ya demasiado.
Quise reincorporarme a la persecución pero tuve que volver a mi escondite porque los dos hombres seguían mirando en dirección a mi sin disimulo.
Pensé en abandonar, pero no lo hice, en lugar de eso, me armé de valor y salí de mi escondite con la intención de abordar al viejo y pedirle el libro, aclarar el malentendido.
Cual fue mi sorpresa al ver que el viejo cruzaba la avenida. Intenté seguirlo pero al pasar junto a su amigo, este me agarró del brazo y me preguntó donde creía que iba.
Sus dedos de hierro se clavaron en mi piel a través del abrigo.
Un coche paró frente a nosotros y la puerta trasera se abrió. El hombre me empujó dentro. Quise protestar pero me golpearon en la cara y me mandaron callar. El primer golpe me pilló por sorpresa y por la ventana pude ver cómo el viejo me enseñaba el libro sonriendo.
Cuando se perdió de vista el viejo y el libro pude ver mi cara de estupefacción reflejada en un escaparate y sobre el techo del coche la luz azul parpadeante.
Nunca más me he vuelto a ver.

BookCrossing (4)

… y nos corroe desde dentro.
Un, dos, tres, atrás. Un, dos, tres, atrás, canturreaba el niño de mi derecha al ritmo del vaivén del autobús, mientras la chica que le sujetaba por el brazo se empeñaba en mantenerle quieto y callado. A mí no me molestaba, en realidad lo único que atraía mi atención era el bolsillo del hombre. A ratos el libro se escondía por completo, otras veces salía de la tela casi hasta la mitad, dejando al descubierto buena parte de la portada negra y verde. Eran horas de mucho movimiento. Los nuevos pasajeros empujaban poco a poco a los antiguos hacia el final del autobús, de modo que a la altura de Emilio Muñoz el hombre misterioso se encontraba a solo tres metros de mí. Podía leer incluso el título: En estado gaseoso. Me inquietaba, me asustaba, me excitaba. Piiiiiiiiiiiiiiiiii. Mi cabeza contra la barra. La chica sobre la señora del pan. El viejo por los suelos. El libro junto a los pies del niño. No nos dio tiempo a recuperarlo. A riesgo de romperse la crisma, el hombre se abalanzó sobre él a la velocidad de la luz. Entonces me asaltó una nueva certeza: por alguna razón ese libro se había convertido en su bien más preciado.

lunes, 21 de marzo de 2011

Hablar

- Con todos esos poderes no dudaría en atracar un banco.
- No puede, está destinado a hacer el bien. Además, si lo hiciera, ¿qué pasaría con el Doctor Octopuss? La humanidad entera quedaría en sus manos, estaríamos a su merced. ¿Dices eso porque tu padre aún no ha encontrado trabajo?
- No, no, es que llega un momento en que uno tiene que pensar en sí mismo. Debe ser agotador ir de un lado a otro lanzando telas de araña, pegándose a los edificios, luchando contra unos y otros. Imagínatelo en el supermercado comprando un paquete de azúcar, por ejemplo.
- Te estás confundiendo con la mosca. Además, a Spiderman no le hace falta ir al supermercado. A mí me gustaría ser como él porque se centra en lo realmente importante, tiene un objetivo, pero si quieres que veamos otra película me lo dices. Tengo la colección de Batman.
- Estaría bien. Me encanta Batman, volar es muy diferente a ir agarrándose de una cornisa a otra.
- Bueno, son estilos diferentes. ¿Sabes? Me gustó cuando le diste su merecido al napias esta mañana en el recreo. Alguien tenía que enfrentarse a él y tú lo hiciste, así que hemos pensado hacer una colecta y regalarte una cesta por navidad. Nos has librado de una buena.
- Fue por lo de mi padre, ya sabes.
- Ya, ya

BookCrosing (3)

Me situé estratégicamente al final del autobús de forma que podía contemplar cómodamente todos los movimientos del señor. El libro asomaba en el bolsillo del abrigo, parecía pedir socorro y en ese momento tuve la primera certeza: siempre que viajo en bus con un libro que amo, aprovecho para leer algunas páginas, ojearlo si el movimiento no permite una lectura atenta.
El hombre no se había dignado a sacar el libro del bolsillo. Era un libro de bolsillo, evidentemente, pero los libros están para ser tocados, ojeados, leídos.
La segunda certeza fue un fogonazo deslumbrante, una revelación. El señor se apoyó en un reposamanos y dejó que su mirada se perdiera por una ventanilla. Aquello estaba claro, mi libro había caído en manos indignas, ese gesto preocupado, ese ceño fruncido me explicaban que ese hombre no era el destinatario real de el libro.
Era uno que se había cruzado, simplemente.
El libro estaba destinado a una mujer hermosa, unas manos delicadas, unos ojos verdes, podía verlo claramente, aunque hubiera aceptado también unos ojos castaños, lo que no podía aceptar era a ese señor, ese intruso, ese oportunista ladrón de libros.
Yo había empezado a trazar un plan, una forma de devolver el libro a su lugar original, lo más fácil sería abordarlo y explicarle que el libro era mío y lo perdí en la parada. ¿Pero cómo le explicaba esta persecución casi enfermiza? En esas cavilaciones estaba cuando el señor metió la mano en el bolsillo y acarició el lomo del libro. Me quedé helado, el gesto había sido tan suave, tan preciso que la revelación inicial se dio la vuelta como un calcetín. De pronto el señor se convirtió a mis ojos en el destinatario legítimo del libro.
Evidentemente no lo leía porque prefería llegar a lugar seguro donde saborear mejor cada una de las páginas.
La incertidumbre me reconcomía ¿Era el perfecto lector de mi amado libro? ¿Era un advenedizo? Hubiera soportado cualquier certeza, pero la incertidumbre, ese infierno portátil que se esconde en cada una de nuestras decisiones…

sábado, 19 de marzo de 2011

BookCrossing (2)

En cuanto supe que era el bookcrossing decidí ponerlo en práctica, así que una mañana dejé un libro en la parada del 60, esa que hay frente al cine Alameda, ya sabéis. Era una vieja edición de bolsillo, un libro que trataba sobre la literatura y la vida, sobre todas aquellas cosas que preocupan al ser humano. En fin, un libro con mayúsculas.
Al principio fue bien. El día transcurrió con la rutina habitual, el trabajo, las clases en el conservatorio, pero al llegar la noche me asaltaron las dudas. ¿Y si lo cogía un desalmado? ¿Un maltratador de libros? Había pasado tantas horas leyéndolo, había tantas cosas de mí en esas páginas…A la mañana siguiente pedí unos días libres y me propuse vigilarlo. Para ello me aposté en el Quevedo, ese bar de desayunos que hay junto al cine. Lo hice con unos prismáticos y una revista de crucigramas para disimular, para obsevarlo con detenimiento. La mayoría de la gente no le prestaba atención, solo unos pocos lo hojeaban con algún interés. Luego lo dejaban en el mismo sitio, como si se fuese un olvido de alguien y estuviese por aparecer en cualquier momento.
Estuve así tres días, mañana y tarde, haciendo crucigramas, locución adverbial de ocho letras. Estaba pensando en cambiarlo de lugar cuando cierto día vi a un hombre que, tras leer unas páginas, se lo metió en el bolsillo. Era un hombre mayor, con un abrigo viejo, ¿quién sería?. ¿por qué lo habría cogido? Podría haber sido una mujer morena, de aspecto interesante, pero no, parecía un vababundo, tal vez pensara venderlo. Entonces me decidí a seguirlo, fue un impulso, no lo pensé dos veces, me acerqué a la parada y unos segundos después iba en el mismo autobús que él.

viernes, 18 de marzo de 2011

La coctelería

El camarero estirado pregunta al cliente sospechoso qué desea tomar. El segundo responde al primero que tomará vino tinto.
- Lo siento, señor, en esta distinguida coctelería solo se sirven selectos combinados: Black Russian, Green Room, Apricot Cooler, Alexander, Rob Roy, Scotch Mist, Grave Bull, Glühwein, Alpine Glow y Bloody Mary, entre otros. El Bloody Mary es nuestra especialidad, señor.
- Entonces tomaré Bloody Mary, pero quítenle el vodka, el zumo de tomate, el tabasco, el zumo de limón, la salsa Worcestershire, la sal, la pimienta y el hielo. En su lugar pueden ponerle una copita de vino tinto. Sería perfecto un Rioja crianza, pero incluso le iría bien el que utilizan para el Glühwein.

jueves, 17 de marzo de 2011

BookCrossing (1)

No voy a explicar qué es bookcrossing, búscalo en internet, sólo diré que consiste en abandonar libros en el hueco de un árbol o una boca de metro o encontrar libros bajo un banco de piedra en un jardín. Luego te los lees o no te los lees, eso es como todo. A mi nadie me explicó eso, lo busqué en internet, me documenté y me gustó.
Hacer bookCrossing es como todo, hay que elegir un libro y no uno cualquiera, uno que te diga algo, uno que diga algo de ti, no vas a coger un libro de la estantería, vas a coger el libro. Eso no lo puedo explicar, sabes que es el libro porque lo es. También te puedes engañar cogiendo uno al azar, pero te queda siempre la sensación. Esa sensación.
Luego elegir el lugar, vigilar el lugar vaya a ser que sea el nido de una alimaña o lugar donde los niños juegan. Un lugar accesible pero secreto. No es nada fácil.
Y soltar el libro, colocarlo, encajarlo, dejarlo ahí y partir, desear que no llueva, que no lo coja nadie por error, que no se lo coman las polillas, ya te digo, bookcrossing se llama el asunto, algo serio, lo buscas en internet y te sale todo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

PASOS

Solo estamos de paso. Hemos venido a observar,crecer,amar y volver a casa.

Dicho aborigen australiano

Principio costumbrista

En la esquina de Larios con Pozos Dulces vi a Bernie atendiendo la frutería con su diligencia habitual. Llevaba el mandil de los jueves y el bigote tan bien recortado que parecía un actor de cine. Al pasar me dirigió una sonrisa. ¿Cómo está tu padre?, me dijo. Mucho mejor, gracias. Dale un abrazo de mi parte y no te olvides de recoger los limones a la vuelta. No, señor Bernie, y me alejé calle abajo, dando la vuelta por Casapalma. Allí me encontré a Pepo, subido a un andamio, pintando la fachada del auditorio, ausente, un poco desdichado. Llevaba pintándola seis meses y es que, llegado el jueves, le entraba tal desgana que no lograba cubrir dos palmos sin echarse a llorar. Unos decían que se debía a un mal de amores y otros a la nostalgia por su tierra, el sur, a la que aún no había podido regresar después de casi veinte años. ¿Y tu padre?

lunes, 14 de marzo de 2011

jueves, 10 de marzo de 2011

Final alternativo para cualquier historia.

Se quedó inmóvil en la cocina, mirando la banqueta, reuniendo toda la información, comprendiéndolo todo.
El hombre agarró la banqueta de la cocina y salió a la calle.
La señora Julia se asomó y preguntó - ¿A dónde va este ahora? Y alguien contestó:
- Déjelo que vaya donde quiera.
En la playa sus pasos se ralentizaron pero avanzaba firme.
Colocó la banqueta frente al mar en calma y se sentó. Estuvo un rato calculando su discurso y reuniendo la determinación.
El rumor del mar parecía repetir claramente algunas palabras en distintos tonos:
- Vas de farol…
- Vas de farol?
- Si, vas de farol…
En cualquier caso, al hombre, el rumor del oleaje le sonaba a ironía.
Adelantó una pierna, levantó un dedo y sentado en la banqueta dijo:
- Si tu…
Pero no pudo continuar, una ola burlona le mojó los zapatos y los calcetines.
Se recompuso, clavó uniformemente las patas de la banqueta en la arena, adelantó la pierna y el dedo otra vez y dijo:
- Si tu…
Esta vez la ola traviesa le llegó hasta la cintura, haciéndole perder el equilibrio. Hombre y banqueta rodaron por la arena mojada y la resaca de la ola llenó de chinitas y pequeñas conchas la pernera del pantalón.
Esta vez no se recompuso. Mientras se levantaba gritó:
- ¡Tú lo has querido! Y se lanzó contra las olas, que lo estaban esperando.
El hombre chillaba como cuando era niño. Ahora se acordaba. Las olas crecían y él a veces las atravesaba por abajo y otras se dejaba revolcar, riéndose y tragando agua en ocasiones.
Dejemos a nuestro héroe jugando con las olas pues ha llegado el momento de abandonar el relato y volver a nuestros quehaceres.

martes, 8 de marzo de 2011

lunes, 7 de marzo de 2011

Vida propia

Mi pie derecho pisaba el izquierdo mientras la mano izquierda arrebataba el papel a la derecha. No dolía, pero me mareé un poco al ver el charco de sangre.

domingo, 6 de marzo de 2011

Mútuo

Yo hubiera dado la vida por ella sin pestañear.
Estoy seguro de que ella también la hubiera dado por mí.
Ahora nos alegramos de no haber tenido ocasión.

Súbito

Cuando me dejó empecé a pensar seriamente en cortarme las uñas de los pies.

sábado, 5 de marzo de 2011

viernes, 4 de marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

próximo corto (aquí, en su blog favorito)

ESCENA 1 CALLE, EXTERIOR, TARDE

Un niño (9 años) se acerca montando en bicicleta.

ESCENA 2 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

En un primer plano se ve al niño jadeando.

ESCENA 3 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

Una de las ventanas se abre y un vecino se asoma para ver quien persigue al niño.

ESCENA 4 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

El niño suelta la bici en el suelo y sigue corriendo. Ya se puede ver al fondo de la calle la figura de un zombi que le persigue. Va despacio, cojea.
.
ESCENA 5 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

En un primer plano se comprueba que es un zombi. Algo gelatinoso resbala por la comisura de sus labios.

ESCENA 6 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

El niño entra en la casa corriendo.


ESCENA 7 CASA, INTERIOR, TARDE.

Un señor (42) algo fondón agarra la escopeta que hay tras la puerta y aparta al niño.


ESCENA 8 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

El señor sale a la puerta de casa y apunta al zombi. Aún está algo lejos, tiene tiempo de apuntar.

ESCENA 9 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

El niño asoma la cabeza para curiosear y el señor sin dejar de apuntar le hace una seña para que se meta dentro. El niño se mete dentro y vuelve a asomar la cabeza cuando el padre está otra vez concentrado apuntando, se tapa los oídos.


ESCENA 10 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

Disparo, el niño se estremece al oirlo. El zombi cae fulminado.


ESCENA 11 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

Un niño de la calle se escapa y le da una patada al zombi abatido, su madre le sigue de cerca y le agarra violentamente para devolverlo a casa.

ESCENA 12 CALLE, EXTERIOR, TARDE.

El padre vuelve a casa a guardar la escopeta, el niño corre a coger su mano y lo mira orgulloso mientras vuelven a entrar en casa.

FIN.

miércoles, 2 de marzo de 2011

martes, 1 de marzo de 2011

Falocias (V y Fin)

- Esto no es nada, doña Virtudes. No hay rotura de falonge. Se toma estas pastillas y verá cómo la inflamación le baja en unos días. Ya me dijo mi colega que se solucionó su problema de las trompas de Falopio.
- Sí, sí, todo muy bien. Un hombre muy sabio.
- Más sabio que el rey Falomón, doña Virtudes, ya se lo digo yo. Bueno, adiós, adiós.

Y así, entre falocias y falismos pasó todo el día la señora. Se acostó temprano, no sin antes pedir misericordia en sus oraciones.

- Buenos días, señora. Hoy no tengo mermelada de melocotón, la gasté toda en el pastel que hice para el postre, pero tengo unas naranjas…
- Buenos días, Manolita, qué alegría me das. Ponme lo que quieras y ven aquí y me cuentas todo lo que dejaste ayer a medias.
- Enseguida, señora, pero aguarde un momento que mire la polla que dejé en el fuego.