martes, 26 de abril de 2011

Capítulo suelto de la próxima novela

Yo escribía y sé lo que es eso. He tenido rachas de hasta dos cuentos por semana, acababa uno y ya tenía casi pensado el siguiente. No todos buenos, había de todo, algunos no había por donde cogerlos, pero otros tenían su encanto. Escribía cuentos cortos, o no tan cortos, algunos de una página, otros de hasta quince páginas y los microrelatos que me salían a veces de dos líneas o tres.
Estaba enganchadísimo.
Al principio empecé a escribir por impresionar a una muchacha que no me hacía ni caso. Aurora escribía poemas. A mi los poemas nunca se me han dado bien, no siento el ritmo, lo he intentado pero no he sido capaz. Lo mio era el relato breve. Aurora ni se enteró de que yo existía pero yo me quedé enganchado a la escritura.
Al principio no estaba prohibido, pero empezaba a estar muy mal visto. Yo era joven y tenía un corazón salvaje, me sentía rebelde, provocador, aunque no escribía nunca de política, casi siempre de sucesos extraños, cuentos góticos. Yo decía que escribía relatos fantásticos porque a la gente mis relatos le parecían fantásticos. Era una especie de chiste que yo repetía mucho, pero nadie se reía.
Yo tenía el gusanillo desde pequeñito, pero lo mismo me podía haber dado por tocar algún instrumento o la trigonometría.
Lo peor era que no me conformaba con escribirlos, luego quería que la gente los leyera, y luego tenía curiosidad y me gustaba saber qué les había parecido. Al principio era fácil, llevaba siempre uno doblado en el bolsillo y en los lugares de encuentro nos echabamos el ojo y hacíamos intercambio: Tú lees lo mio, yo leo lo tuyo. Conocías gente nueva, pero las cosas se complicaron rápidamente cuando cambiaron la ley.
Estuve un tiempo escribiendo para mi, pero aquello no era suficiente. Luego seleccionaba alguno y lo enviaba por correo electrónico a algún conocido de confianza, preguntando si sabía de donde podía haber salido ese cuentecito que me habían mandado anónimamente. Lo solían devolver diciendo que no tenían ni idea de donde procedía el cuento y comentando como de pasada que por cierto el cuento tiene un final demasiado brusco, o que en líneas generales le había gustado. Algún comentario que matara el gusanillo. Aquello era muy arriesgado. Locuras que se hacen.
Incluso me apunté a una lista de correo con nombre falso y estuve en varias lecturas clandestinas, pero aquello era jugársela. Perdí a varios amigos aquella temporada, no amigos íntimos pero sí conocidos, que los dejas de ver ¿y este? ¿dónde se ha metido? y no verlo más. Incluso gente de mi familia me amenazó con retirarme la palabra si no lo dejaba. Estuve mucho tiempo encabezonado, resistiéndome a tomar una determinación, no quería dejarlo porque me obligaran, quería dejarlo por decisión propia. Si lo dejas obligado acabas volviendo a caer. Además me sentía un poco culpable íntimamente, porque pensar un cuento consume muchos recursos, te concentras tanto que abandonas tareas cotidianas y en vez de pensar cómo ganar más dinero o resolver cualquier asunto, se te van las horas pensando si un personaje debe doblar la esquina o contar un secreto.
Una mañana me levanté y dije “ya está”. Lo dejé. Radical. Hasta ahora. Ni acordarme. Miento, me acuerdo porque sigo vivo y el mundo sigue siendo imperfecto y para mi los cuentos era como poner el mundo en orden, completar lo que falta. Claro que veo cosas y se me ocurren cuentos, pero ya no los escribo. Hay técnicas, por ejemplo; cuento hasta diez, hasta cien si es necesario a veces, o bien reemplazo el pensamiento; cuando el cuento empieza a formarse en mi cabeza, me concentro en algún problema cotidiano mio e intento resolverlo mentalmente. Un problema real, palpable y lo pones en el lugar de la mente que ocupaba el cuento. Cuando te quieres dar cuenta has olvidado del cuento. Ya no te acuerdas de qué iba, ni qué pasaba. Ni te acuerdas ni te quieres acordar.

10 comentarios:

  1. Qué lugar ocupa este capítulo? Has pensado ya en el título?

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  2. Se llama Mundo Afónico, y esto está cerca del desenlace. Pero no destripo nada, este personaje no es protagonista.

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  3. Me gustó mucho lo de poner en orden el mundo desordenado y caótico.
    Pero me temo que va a seguir así, el mundo.Rellenar lo que falta es la vocación más altruista del escritor, del contador de historias.
    No desistas, bernar...
    Chuzos de punta y yo tan contento, como dice Juan Perro.

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  4. No te preocupes por la historia esta, Frida, creo que la acabaré antes de que tú leas "Screener" (ya me puedes llamar escritor prolífico, cómo me gustan esas expresiones tan repipis)

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  5. Lo siento, es muy posible que no sea capaz de leer ninguna de las dos antes de que acabe el curso.
    Jolín, de verdad prolífico queda repipi?

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  6. Jo, no me digas que no es repipi: "El prolífico novelista Bernardino le está dando los últimos retoques a su nueva novela mientras la sufrida Frida (carambola) repasa los apuntes del segundo parcial de Semántica" Matias Prats por lo menos.

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  7. Otra novela, !qué barbaridad! Lo de prolífico me suena a Stephen King, pero no me suena mal, Boris Vian terminaba sus novelas en un mes o dos.

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  8. Bueno, yo también estoy con los segundos parciales, espero que no haya ningún problema, de lo contrario cojo la escopeta y...

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  9. Hola Bernar,

    A mí también me ha resultado interesante tu frase "para mí los cuentos era como poner el mundo en orden". Has puesto palabras a un sentimiento que tenemos dentro todos los escritores. ¿inconformistas?

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