viernes, 25 de febrero de 2011

Falocias (I)

- Qué mala cara, señora.
- Sí, no he dormido muy bien.
- ¿Qué le apetece hoy? Tengo una mermelada riquísima de falocotón ¿Quiere unas tostaditas?
- ¿Qué dices, Manolita?
- Sí, señora, esa que hace la madre de Vicente con los falocotones que le traen de Valencia.
- Ah, bueno, unas tostadas estarán bien, respondió la señora sin entender.
- Pues sí, señora, todo mi pueblo está consternado por el falogrado Ramiro. Qué gentuza, darle un falo en la cabeza cuando cogía las patatas. Y total, por cuatro pobres tierras.
- Ya, sí, no me extraña. Manolita, ¿se ha ido ya el señor?
- Que va, señora, está en su cuarto limpiando sus escopetas y ordenando los falines. Perdone que me meta donde no me llaman, señora, pero el señor va a acabar en un lío más temprano que tarde. Desde que las falomas del vecino le estropearon el rosal está como loco. El otro día le sorprendí apuntando al falomar y lo peor es…
- Ya, ya, Manolita, luego me terminas de contar, que la peluquera está a punto de llegar.

Se sentó la casta señora en su tocador y mientras miraba sin mirar su señorial rostro en el espejo, se preguntaba si no se trataría de un castigo divino por tener semejantes sueños.

1 comentario:

  1. Si es lo que yo digo, al final todo es lo mismo.

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