sábado, 25 de junio de 2011

No, viajo sola (II y fin)

Habíamos dejado atrás los adoquines. El camino de tierra y piedras al que habían dado paso resultaba incómodo en la oscuridad. Todavía algo lejos pude ver un gran edificio de fachada amarillenta. Poco después empezamos a encontrarnos con otros viajeros.

- Mira, ese es tu tren. ¡Qué suerte! Yo nunca he hecho un viaje así.

Había personas de todo tipo caminando por el andén. Unos llevaban bultos de tamaños y formas distintas, desde maletas hasta jaulas con pollos; otros cuantos sin embargo parecían llevar lo imprescindible; otras eran mujeres de apariencia aristocrática. Todos ellos y yo, sin más equipaje que una pequeña bolsa y la inseguridad que me producía el total desconocimiento de mi futuro más inmediato. De pronto nos paramos. La señorita Elisa me atrajo hacia sí y me fundió con ella en un abrazo mientras sentía sus lágrimas mojando mi cara.

- Cariño, ya anuncian la salida. Pide ayuda con la libreta siempre que lo necesites. Ya verás como pronto hablarás de nuevo. Adiós, mi vida. Te echaré de menos. Escríbeme siempre que puedas.

Pegué mi cara al cristal y vi a la señorita Elisa agitando su mano mientras el tren se alejaba. Sólo entonces rompí a llorar.

Saqué la nota de mi madre y la leí de nuevo, y de nuevo la saqué y la volví a leer. Así hasta no sé cuántas veces ni durante cuántas horas. Así hasta que leí a través de la ventanilla mientras el tren perdía velocidad: ZARAGOZA. Algunos compañeros de viaje se apresuraron a coger sus cosas, mientras otros se acomodaban en sus asientos tras el espacio ganado. En el andén una señora con traje verde y moño sobrelacado mostraba una cartulina con mi nombre. Me encogí en el asiento hasta hacerme invisible. Un minuto después oí el silbato. Me asomé unos centímetros para observar la reacción de mi tía Regina. El tren se puso de nuevo en marcha y yo respiré tranquila.

2 comentarios:

  1. Me he quedado un poco así, mirando a la niña muda, sentado a su lado.

    ResponderEliminar
  2. Yo me he quedado a salvo, de tía Regina y ese abrigo de paño.

    ResponderEliminar