viernes, 15 de enero de 2010

El centro de la tierra

Creo que he apagado el despertador tres veces.

Es la hora y aún estoy entre las sábanas. ¿Dónde estarán las alas que da el amor?

Por fin salto de la cama y caigo en los zapatos. Al incorporarme noto que el suelo está más cerca que nunca. No soy más bajo. Sólo son mis pies los que se hunden en el piso.

Para ponerme los pantalones tengo que sacar los pies del suelo y al devolverlos se hunden un poco más. Si me quedo quieto puedo observar como el suelo gana terreno a mis pantorrillas lenta e inexorablemente, pero no hay tiempo para comprobaciones.

Es la hora, pero cuento con que tú siempre te retrasas cinco minutos.

No pierdo tiempo afeitándome porque ya no llego al espejo del baño. Me tengo que lavar la cara en el bidé.

Cuando espero el ascensor el nivel del piso me llega ya por la cintura. Casi no alcanzo al botón.

Menos mal que hemos quedado en la esquina. La gente ya no me ve. Tengo que esquivarlos para que no me pisen la cabeza. Teníamos que haber quedado en mi casa, pero eres tan así que cualquiera te dice nada.

Llego al quiosco justo a tiempo y veo cómo te acercas mientras acabo de hundirme.

Ya estás aquí y no me ves, mi cara está justo una cuarta debajo de tu tacón.

Te tiro besos mientras me alejo lentamente. Adiós amor.

Lástima. Hoy que te habías puesto las braguitas blancas con lacito.

3 comentarios:

  1. Me gusta.
    Hermosa y triste historia. La fuerza de la gravedad o la tendencia a ser profundos en el amor, podría vencerse con más superficialidad, es decir remando por encima de la realidad, o conseguir que lo profundo flote hacia la superficie. Jimmy Sapiens

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  2. bernardino16 enero, 2010

    Gracias señor Sapiens.
    Me resistía a comentar los textos y las fotos por no caer en la endogamia.
    Pero has abierto la veda.

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  3. Buena manera de contar algo tan triste. Recuerda a lo que pasa con la muerte ( con perdón) pero vivido por alguien al que no le importa. Siempre me dejas buen sabor de boca. Un saludo

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