domingo, 6 de noviembre de 2011

Las hilanderas de Velázquez


Era el tiempo, su tiempo, en que el mito se entretejía en el telar de las acciones cotidianas, metamorfoseando las deidades hasta que llegaban a ser cosa humana.

Así que Palas hilandera maneja habilidosa la rueca, mientras la insolente lydia prepara los hilos ocres y tierra que el viejo artista trenza en su paleta de pintor. Después impregna de ellos el lienzo en vaporosas y luminosas pinceladas de temprano impresionismo. El resultado es sublime, pero el genio está cansado. Y mientras trenza estos hilos, él lo sabe, llegan los últimos trazos de su claroscuro vital.

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