miércoles, 16 de marzo de 2011

Principio costumbrista

En la esquina de Larios con Pozos Dulces vi a Bernie atendiendo la frutería con su diligencia habitual. Llevaba el mandil de los jueves y el bigote tan bien recortado que parecía un actor de cine. Al pasar me dirigió una sonrisa. ¿Cómo está tu padre?, me dijo. Mucho mejor, gracias. Dale un abrazo de mi parte y no te olvides de recoger los limones a la vuelta. No, señor Bernie, y me alejé calle abajo, dando la vuelta por Casapalma. Allí me encontré a Pepo, subido a un andamio, pintando la fachada del auditorio, ausente, un poco desdichado. Llevaba pintándola seis meses y es que, llegado el jueves, le entraba tal desgana que no lograba cubrir dos palmos sin echarse a llorar. Unos decían que se debía a un mal de amores y otros a la nostalgia por su tierra, el sur, a la que aún no había podido regresar después de casi veinte años. ¿Y tu padre?

3 comentarios:

  1. Me ha encantado este retrato, Sako. Con tu permiso voy a romper la costumbre, a ver qué pasa:

    Un jueves me cansé y decidí bajar por Andrés Pérez. Cuando varios jueves después volví al itinerario de siempre, Bernie había cambiado el mandil por una bata de la que colgaba una faltriquera repletita de dinero. A esas horas ya había vendido todos los limones, las peras y hasta las acelgas. La fachada del auditorio lucía preciosa después de que Pepo terminara de pintarla el jueves anterior. Nadie me preguntó por mi padre, quien se había curado a golpe de amor gracias a su nueva novia caribeña.

    Si ya lo dice una buena amiga, que la rutina, por muy segura que te haga sentir, no es buena.

    Besos

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  2. Si señor, al carajo la rutina. Bernie se quita el mandil y salta al centro de la calle, donde se une al policía local, al barrendero, a la conductora de ambulancia y al camarero.
    Hacen un númerito musical encantador.

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  3. Me descubro ante este final tan delicioso, Frida. el colofón no le anda a la zaga, nuestro "simple men" particular.

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