martes, 22 de marzo de 2011

BookCrossing (4)

… y nos corroe desde dentro.
Un, dos, tres, atrás. Un, dos, tres, atrás, canturreaba el niño de mi derecha al ritmo del vaivén del autobús, mientras la chica que le sujetaba por el brazo se empeñaba en mantenerle quieto y callado. A mí no me molestaba, en realidad lo único que atraía mi atención era el bolsillo del hombre. A ratos el libro se escondía por completo, otras veces salía de la tela casi hasta la mitad, dejando al descubierto buena parte de la portada negra y verde. Eran horas de mucho movimiento. Los nuevos pasajeros empujaban poco a poco a los antiguos hacia el final del autobús, de modo que a la altura de Emilio Muñoz el hombre misterioso se encontraba a solo tres metros de mí. Podía leer incluso el título: En estado gaseoso. Me inquietaba, me asustaba, me excitaba. Piiiiiiiiiiiiiiiiii. Mi cabeza contra la barra. La chica sobre la señora del pan. El viejo por los suelos. El libro junto a los pies del niño. No nos dio tiempo a recuperarlo. A riesgo de romperse la crisma, el hombre se abalanzó sobre él a la velocidad de la luz. Entonces me asaltó una nueva certeza: por alguna razón ese libro se había convertido en su bien más preciado.

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