sábado, 19 de marzo de 2011

BookCrossing (2)

En cuanto supe que era el bookcrossing decidí ponerlo en práctica, así que una mañana dejé un libro en la parada del 60, esa que hay frente al cine Alameda, ya sabéis. Era una vieja edición de bolsillo, un libro que trataba sobre la literatura y la vida, sobre todas aquellas cosas que preocupan al ser humano. En fin, un libro con mayúsculas.
Al principio fue bien. El día transcurrió con la rutina habitual, el trabajo, las clases en el conservatorio, pero al llegar la noche me asaltaron las dudas. ¿Y si lo cogía un desalmado? ¿Un maltratador de libros? Había pasado tantas horas leyéndolo, había tantas cosas de mí en esas páginas…A la mañana siguiente pedí unos días libres y me propuse vigilarlo. Para ello me aposté en el Quevedo, ese bar de desayunos que hay junto al cine. Lo hice con unos prismáticos y una revista de crucigramas para disimular, para obsevarlo con detenimiento. La mayoría de la gente no le prestaba atención, solo unos pocos lo hojeaban con algún interés. Luego lo dejaban en el mismo sitio, como si se fuese un olvido de alguien y estuviese por aparecer en cualquier momento.
Estuve así tres días, mañana y tarde, haciendo crucigramas, locución adverbial de ocho letras. Estaba pensando en cambiarlo de lugar cuando cierto día vi a un hombre que, tras leer unas páginas, se lo metió en el bolsillo. Era un hombre mayor, con un abrigo viejo, ¿quién sería?. ¿por qué lo habría cogido? Podría haber sido una mujer morena, de aspecto interesante, pero no, parecía un vababundo, tal vez pensara venderlo. Entonces me decidí a seguirlo, fue un impulso, no lo pensé dos veces, me acerqué a la parada y unos segundos después iba en el mismo autobús que él.

1 comentario:

  1. Ah, no lo había pillado, qué lenta, debe ser la ped de teatro medieval. Esta vez os dejo a vosotros solos dado que Bernardino así lo había pensado, pero la próxima vez quiero participar, eh?

    Ya os dije que sería chulo esto del bookcrossing. Incrédulos...
    A ver, cómo sigue?

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