martes, 13 de diciembre de 2011

trenecillo

Ayer coincidieron La Belleza y La Hermosura en la línea del Pinillo. Sin avisos, sin anunciación, sin bombo ni platillo como suele suceder, aunque no nos podamos acostumbrar.
Nadie se sentaba junto a La Belleza aunque algunos estábamos de pie. Puede resultar extraño ahora pero hay que estar ahí, es como cuando una libélula se posa en una rama seca y te quedas quieto para poder seguir adivinando colores. Miraba por la ventanilla a un punto fijo aunque las cosas no paraban de huir hacia atrás.
La Hermosura subió dos paradas después y se sentó en el asiento de al lado. Intercambiaron una sonrisa como si no se conocieran. Mientras una seguía mirando por la ventanilla la otra estuvo un rato largo mirándose las manos. Si yo tuviera esas manos también me pasaría las horas mirándolas.
Aparté la mirada como hacíamos todos los que en el vagón estábamos de pie por no parecer obsesionados y hacer ver que teníamos asuntos más importantes en que pensar, pero cuando empezaron a conversar tuve que mirar otra vez. Era como un cascabeleo. Aunque no se podía saber de qué hablaban seguro que era una conversación deliciosa, se miraban con atención y se contaban por turnos cosas cada vez más interesantes y entretenidas.
En un momento dado La Belleza soltó una carcajada que inundó todo el vagón. La señora que estaba junto a mí salió de su sopor por un momento y lanzó una mirada de reproche. Yo le entendí y quise decirle que estaba de acuerdo, que aquello resultaba un tanto violento, como un pavo real desplegando su cola en una gasolinera. Pero no dije nada porque a esas alturas ya estaba harto de malentendidos y la señora volvió a su sopor.
La Belleza se bajó en la parada de San Andrés y mientras una mitad del vagón seguía sus pasos por el andén, la otra mitad velaba por los movimientos suaves de La Hermosura, que consultaba algo en el móvil y tal vez tecleaba alguna cosa.
Dos paradas más disfrutamos de su presencia, libélula posada en rama seca, sin atrevernos a hacer movimientos bruscos hasta que se levantó y pasó junto a mi para bajarse. Se me ocurrieron varios comentarios casuales sin importancia pero no dije nada. Se bajó y el tren siguió su camino.

2 comentarios:

  1. Ya me imagino una conversación entre la hermosura y la belleza, la encarnación de lo insustancial, sobre todo si una de ellas lleva móvil.

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  2. Parece que la Belleza fue a la playa de San Andrés y la Hermosura... ¿adónde fue?

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