- Doña Virtudes, cuánto bueno por aquí. No sé qué sería de esta humilde parroquia si no fuera por su ayuda.
- No exagere, padre Andrés. No tiene importancia, la restauración del santo bien merece la pena. ¿Dónde lo tiene?
- Aquí está. Mírelo, si hasta me parece ver un falo de luz.
- Señor bendito, el padre también.
- ¿Cómo dice?
- No, nada, nada, que es una talla preciosa. Bueno, pues aquí le dejo el sobre, es que tengo mucha prisa.
- Vaya con Dios, doña Virtudes.
Salió la señora del templo con tanta prisa como vergüenza y se encontró con su amiga Angustias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario