lunes, 28 de febrero de 2011

NEPHILIM


Y llegó a suceder, cuando los hombres comenzaron a multiplicarse en la faz de la tierra y les nacieron hijas, que los hijos de Dios vieron a las hijas de los hombres que eran bellas; y las tomaron como mujeres a todas las que escogieron. Y dijo el SEÑOR, Mi espíritu no siempre se esforzará con el hombre, porque el también es carne: sin embargo sus días serán cien y veinte años.

APOCALIPSIS








Lacrimas Profundere - The Fear Of Being Alone

Falocias (IV)

- Virtudes, qué alegría verte. Qué bien que salió la celebración del niño.
- Cuánto me alegro, Angustias. Querida, no quiero parecer maleducada pero me espera el doctor Acebedo.
- Tranquila, mujer, por lo que le pagas bien le merece la pena esperarte unos minutos. Verás, mi tía Sagrario le regaló un falón. Anda como loco dando patadas todo el día. Y es que en eso se parece a su padre, le apasiona el falompié. Por Dios, qué alcantarilla tan faloliente. Ven, vamos más para allá.
- No hace falta, Angustias, yo ya me voy. Vente mañana a tomar café, ¿te parece?
- Bueno, Virtudes, pues hasta mañana.

Estupefacta, llegó la señora al dispensario del doctor.

Bostezar (I)

A veces, cuando hablábamos por teléfono, ya tarde, empezabas a bostezar. Eran unos bostezos inmensos, enormemente contagiosos. Viajaban cientos de kilómetros en cuestión de segundos. Nada podía detenerlos. Lo recuerdo porque los niños, que siempre andaban enredando, se quedaban dormidos enseguida. Ya no les tenía que contar cuentos, ni convencerles para que dejaran el televisor. Eran una bendición. Esos bostezos. Tu padre, que siempre llamaba por las noches y de malas pulgas, dejó de interrumpir nuestras conversaciones y la despedida, entre promesas y besos, algún día estaremos solos, juntos para siempre, se hacía realidad por un momento. Sí, eran unos bostezos muy poderosos. Cuando me levantaba por la mañana aún podía observarlos flotando en el comedor, una especie de niebla que se esparcía por todas las habitaciones. La epidemia se extendió con rapidez. Podía verlos en cualquier parte, en el tendero de la esquina, en mis compañeros de la oficina, en mis vecinos, dormidos en el ascensor, o a punto de abrir sus casas.

domingo, 27 de febrero de 2011

Falocias (III)

- Doña Virtudes, cuánto bueno por aquí. No sé qué sería de esta humilde parroquia si no fuera por su ayuda.
- No exagere, padre Andrés. No tiene importancia, la restauración del santo bien merece la pena. ¿Dónde lo tiene?
- Aquí está. Mírelo, si hasta me parece ver un falo de luz.
- Señor bendito, el padre también.
- ¿Cómo dice?
- No, nada, nada, que es una talla preciosa. Bueno, pues aquí le dejo el sobre, es que tengo mucha prisa.
- Vaya con Dios, doña Virtudes.

Salió la señora del templo con tanta prisa como vergüenza y se encontró con su amiga Angustias.

EL SUEÑO

Dicen los poetas griegos que el sueño habita en un palacio hecho de materiales preciosos.
Que el río del olvido se desliza tranquilo entre sus jardines y praderas,y que el murmullo de sus aguas invita al reposo descuidado.......y que en el centro de este lugar idílico hay un lecho de ébano,rodeado de espesos cortinajes donde reposa el sueño, mientras Morfeo vigila atentamente para que nada estorbe su descanso.


sábado, 26 de febrero de 2011

Falocias (II)

- ¿Se puede?
- Pasa, Matilde, buenos días. Estaba colocando los perfumes mientras llegabas.
- ¿Qué le hago, lo de siempre?
- Sí, pero cárdame menos. Hoy quiero ir más natural, que tengo que ver al padre Andrés y al doctor Acebedo.
- Muy bien. ¿Ya le he contado lo del novio de Rosario? Bueno, está encantada, señora. El muchacho es falo.
- ¿Cómo?
- Sí, señora, me ha dicho Rosario que así es como se llama a los franceses. Es que ni se imagina lo que está aprendiendo desde que se ve con él.
- Ay, madre, pensó la señora.
- Estudia en la universidad y la lleva a ver cosas muy interesantes. El otro día estuvieron viendo una exposición sobre el falo de Alejandría.
- Qué interesante. Mira, tápame esto un poquito.
- Ay, señora, no quiero alarmarla pero esto es un comienzo de falopecia, aunque con una horquillita aquí y otra ahí… ya está, solucionado. Pues se llama Falisto, como el amante de Melibea, le ha dicho el muchacho a Rosario. Bueno, un poquito de laca y ya está, ya tiene la señora su recogido perfecto.
- Gracias, Matilde. Cuando bajes le pides a Manolita lo tuyo. Adiós, adiós.

Todavía aturdida se puso la señora el traje verde oliva y salió hacia la parroquia.

viernes, 25 de febrero de 2011

postrado por el hombre y la suerte


…….Cuando, infeliz, postrado por el hombre y la suerte,
en mi triste destierro lloro a solas conmigo,
y agito al sordo cielo mi grito vano y fuerte,
y, volviendo a mirarme, mi destino maldigo,

y sueño ser como otro más rico en esperanza,
tener su mismo aspecto, gozar sus compañías,
y envidio el arte de éste, del otro la pujanza,
hastiado aún de aquello que me daba alegrías;………

Willian Shakespeare

Falocias (I)

- Qué mala cara, señora.
- Sí, no he dormido muy bien.
- ¿Qué le apetece hoy? Tengo una mermelada riquísima de falocotón ¿Quiere unas tostaditas?
- ¿Qué dices, Manolita?
- Sí, señora, esa que hace la madre de Vicente con los falocotones que le traen de Valencia.
- Ah, bueno, unas tostadas estarán bien, respondió la señora sin entender.
- Pues sí, señora, todo mi pueblo está consternado por el falogrado Ramiro. Qué gentuza, darle un falo en la cabeza cuando cogía las patatas. Y total, por cuatro pobres tierras.
- Ya, sí, no me extraña. Manolita, ¿se ha ido ya el señor?
- Que va, señora, está en su cuarto limpiando sus escopetas y ordenando los falines. Perdone que me meta donde no me llaman, señora, pero el señor va a acabar en un lío más temprano que tarde. Desde que las falomas del vecino le estropearon el rosal está como loco. El otro día le sorprendí apuntando al falomar y lo peor es…
- Ya, ya, Manolita, luego me terminas de contar, que la peluquera está a punto de llegar.

Se sentó la casta señora en su tocador y mientras miraba sin mirar su señorial rostro en el espejo, se preguntaba si no se trataría de un castigo divino por tener semejantes sueños.

SCREENER, capítulo CUARENTA Y CUATRO

–Pues si, nervioso, más nervioso que un flan.
–Que poco romántico, anda ven.
–Antes de apagar la luz, tengo que decirte una cosa.
–No, por favor, no.
–¿Qué no apague la luz o que no te diga una cosa?
–Que no lo estropees haciendo confidencias de última hora ni apagando la luz. Prefiero verte.
–Si lo prefieres así... yo sólo quería...
–Sólo querías aprovechar el momento.
–¿Qué momento?
–Pues este momento. Ahora que estoy con las bragas por las rodillas todo lo que me cuentes me va a parecer encantador. Ya me sé el cuento. Prefiero que lo que tengas que decirme me lo digas después, si todavía quieres contármelo.
–Pues si no puedo elegir el momento, tú me dirás cuando puedo hablarte.
–Cuando quieras menos ahora. Ven aquí.
–¿Puedo al menos apagar la luz?
–Y dale, voy a pensar que tienes miedo, tigre.
–No, me parece que la que tiene miedo a la oscuridad eres tú.
–No, tú.
–No, tú.
–No, tu...

miércoles, 23 de febrero de 2011

¿te acuerdas?

¿Te acuerdas Saco de cuando quisiste matar el blog?
No había forma. Agonizaba pero no acababa de morir.
Ahora me he acordado porque hoy he entrado tres veces, y lo veo más vivo y más verde que nunca. Menos mal que no supiste darle la puntilla.
Estaba hibernando (el blog digo).
Ha sido la primavera tío, estoy seguro. ¿Si no de qué?
Se acerca una ola, agárrate al teclado que esta es la buena.

martes, 22 de febrero de 2011

de madrugada

El niño quería meterse en mi cama porque había un monstruo en su cuarto. Eso no. Estuve revisando los armarios con él y cuando lo volví a acostar, me asomé bajo su cama y dije con tono amenazante:
- Mañana tenemos que madrugar. No me conoces cuando no duermo mis horas. Vamos a tener la fiesta en paz.
- Compréndeme tú a mi - respondió el monstruo.

Inspiración

A lo mejor es solo cuestión de esperar, poner algo de música y relajarse un poco mientras llega y uno vuelve a sentir su aliento cálido y lleno de promesas. No te vuelvas, dime quién soy. Porque siempre llega, no se sabe cuándo, lo mismo te pilla en el parque dando de comer a los pájaros que hablando con algún vecino sobre el cambio climático. Entonces estás perdido, tu mente se traslada, se pierde en divagaciones. Eso me dice Laura, que a veces parezco abstraído, no, mujer, son tus labios, ya, ya, porque los labios de Laura me inspiran mucho. Finos, algo crueles. Podría empezar a escribir sobre ello, lo que te reconcilia con el mundo, lo que te hace caminar. Como el olor del café o el subsidio del desempleo. A lo mejor ella está en lo cierto y la inspiración es cosa de los dioses, el problema del auxilis, contemplación infusa o adquirida. Si es así, debería escribir sobre algo más trascendente, algo como el caos o los universos paralelos. Sería como vestirse de etiqueta para la ocasión, aunque sé que ella no entiende de eso, no le gustan lo protocolos, si te pilla en pijama y sin haberte aseado en cuatro o cinco días, mejor que mejor. Eso significa que has estado trabajando, que le has dedicado todo tu tiempo, las horas en el autobús, en los trabajos absurdos. La cena con los suegros. Bueno, es posible que ya esté aquí. A veces ni siquiera se molesta en llamar a la puerta, o disculparse, cómo estás, perdona por el retraso, tuve que atender a unos clientes japoneses, ¿Mukarami? Sí, es posible que esté cerca, muy cerca, tal vez detrás de ti, observando en silencio, y que muy pronto vuelvas a escuchar sus palabras, no te vuelvas, dime quien soy, esas palabras mágicas y apenas susurradas. Ese aliento de fuego.

submarinista

Para que el niño creciera sin rencores ni malicia el padre se lo llevaba de paseo siempre que podía.
Al niño le gustaba pasear con su padre hablando de sus cosas. Más que el cine o el parque. Mejor, más barato.
A veces el padre no quería responder algunas preguntas y entonces, en la orilla del mar, lo retaba a tirar piedras.
- Vamos a hacer ranas.
El padre tiraba las piedras desde debajo de la cintura y las piedras rebotaban en el agua hasta cuatro veces antes de hundirse.
Al chico las piedras se le hundían sin botar, porque no poseía la técnica aún. De vez en cuando alguna botaba, lo cual era muy celebrado por ambos.
Una de esas tardes estaban tirando piedras al mar y el chico encontró una piedra más grande de lo normal.
-Papá, a que no puedes con esta.
Y el padre la cogió y la hizo botar sobre la superficie dos veces.
- Anda, eso no es una rana, es un sapo – dijo el niño, y buscó una mayor aún.
- A ver esta – la piedra casi no cabía en la mano del padre.
El hombre juntó todas sus fuerzas porque la piedra no era muy plana y para hacerla rebotar debía ir muy rápida.
Antes de que la piedra tocara el agua emergió la cabeza de un submarinista que se llevó el impacto de lleno y volvió a sumergirse inmediatamente.
Padre e hijo se miraron sorprendidos y sin decir nada, él se descalzó, se descamisó y mandó al niño a llamar por teléfono al chiringuito mientras entraba al agua a socorrer al pobre buzo.
El agua estaba muy fría, y estuvo buceando un buen rato sin resultado. Cuando salió el niño estaba con el dueño del chiringuito que traía una manta.
El hombre entró al agua dos veces más a buscar al accidentado antes de que llegara la policía.
Los policías no llevaban bañador y llamaron a unos socorristas de la cruz roja.
Los socorristas estuvieron buceando un buen rato y optaron por llamar a sus compañeros de la barca.
Llegaron los compañeros de la barca y estuvieron rastreando la zona con unos ganchos. Otros desde la orilla tiraban los ganchos a mano y los recogían rápidamente.
Tanto unos como otros y los que iban llegando preguntaban una y otra vez a padre e hijo que había pasado y donde creían que estaba el submarinista.
Una y otra vez señalaban el lugar exacto tirando una piedrecita en el mismo sitio. Llegó la hora de la merienda y ya habían tirado más de treinta piedrecitas.

Ya había muchos curiosos en la playa cuando llegaron los fotografos del periódico local. Como no había víctima aún y resultaba inútil tomar fotos del mar, los fotógrafos se dedicaron a sacar fotos a los curiosos, que saludaban a la cámara, lo que resultaba inapropiado para un suceso tan trágico. El fotógrafo más listo organizó a la gente y les explicó que si querían salir en el periódico debían mirar al mar sin saludar a la cámara ni ponerle cuernos con los dedos a los amigos. Aún así se coló algún graciosillo en la foto.

Los de la búsqueda se desesperaban a medida que caía la tarde y planteaban hipótesis que siempre pasaban por desacreditar a los testigos.

- A lo mejor ha sido un reflejo
- Un pez de estos que saltan en el momento justo…
- ¿y no puedes haber cogido una ola con la piedra?

Padre e hijo insistían cogidos de la mano en que habían visto lo que habían visto. Al principio categóricamente y luego ladeando la cabeza un poquito.

- Niño, si quieres te llevo a casa un momento y vuelvo.
- No papa, yo me quedo.

Cuando llegaron los de operaciones especiales con las barcas y los equipos autónomos ya quedaban pocos curiosos. Ni desmontaron porque era muy tarde y no había casi luz.

Un señor con bigote, jefe de todos, hasta de los curiosos, informó de que la búsqueda se cancelaba por la caída de la noche y por la escasa probabilidad de que hubiera alguien ahí abajo.

Padre e hijo se miraron y encogieron los hombros. El hombre del chiringuito les dijo donde podían dejar la manta cuando se marcharan. Los demás se disolvieron poco a poco, hasta dejar otra vez la playa con sus dos únicos testigos.

La noche caía.

- ¿Nos vamos papa?
- Espera un poco más. ¿Tú viste al submarinista?
- Si, tenía unas gafas amarillas.
- Si, amarillas, me acuerdo.

Ya era de noche. La luna estaba ahí, reflejándose en el agua. El niño esperaba que el padre le dijera algo y el padre esperaba que el chico le pidiera algo. Pero ya no hablaban, se quedaron cogidos de la mano mirando al mar.

Entonces asomó otra vez la cabeza del submarinista. No solo la cabeza, los hombros, los brazos, la cintura, esta vez continuó caminando hasta la arena. Se sentó para quitarse las aletas junto a los testigos.

- Por fin se han ido, ya no aguantaba más.

Y todo acabó bien, porque el submarinista tenia una herida en la frente y el padre tenía en el coche un botiquín y le puso una tirita de esas impermeables, que no se van con el agua.

lunes, 21 de febrero de 2011

la ley del Sol


Su nacimiento está en las puertas del cielo situadas en el lado del Oriente y su puesta en las puertas del cielo que están en el Occidente. Y he visto seis puertas que están donde el sol nace y seis donde el Sol se pone y la luna nace y se pone por esas puertas. Hay seis puertas en el Oriente y seis en el
Occidente y todas están una tras la otra en buen orden y hay numerosas ventanas a derecha y a iz-
quierda de esas puertas.............

Libro de Henoch

sábado, 19 de febrero de 2011

Hoy

Hoy sale el sol para mí. Me recibe con su luz como brazos abiertos de par en par, me acaricia, me arropa y hasta me abruma con sus reverencias. Salgo al balcón con las legañas todavía puestas y me lleno de aire. El mismo que ayer me ahogaba hoy me hincha de vida y me purifica en este domingo de San Miguel. Hoy el horizonte de esta ciudad no me parece tan árido, y en el cielo recortado por los edificios vuelven a esculpirse las figuras de nube que no veía desde un pasado lejano. Aquí un conejo, allí una cara de perfil. Sobre mi cabeza una bandada de pájaros se desplaza de un lado a otro en meticuloso ritual, primero a la derecha, luego a la izquierda, después rodeando aquella antena. Observo maravillada la exactitud de los movimientos repetidos una y otra vez al son de aleteos y graznidos; es el sonido de la fauna urbana, que hoy, lejos de molestarme, me parece cargado de musicalidad. Abajo el quiosquero ya no es tan áspero, hasta veo en su cara un atisbo de sonrisa. En aquel banco dos chiquillos pelan la pava; en esa esquina varias señoras charlan animadamente; en la acera el camarero coloca alegremente las mesas y las sillas mientras saluda a los vecinos. Hoy la calle está viva, como yo. Sigo teniendo los ojos irritados por las noches toledanas, pero hoy todo ha cambiado, yo he cambiado. En mi vida he llegado tarde muchas veces, tantas como he dormido a la luna de Valencia, pero porque más “cornás” da el hambre, como decía el torero, hoy me quito el corsé de la exigencia desmedida, de poner picas en Flandes. Porque hoy sale el sol para mí y lo hace por Antequera.

miércoles, 16 de febrero de 2011

TERTULIANO

Me conoces. Trabajo en la tertulia de la mañana, en la tele.
Cuando todo el mundo se levanta, yo llevo media hora en maquillaje.
Cuando todo el mundo empieza a trabajar, yo he terminado.
Todos los días opino sobre todo. Y suelo equivocarme, mis compañeros se sonríen, porque nunca acierto.
Y cuando digo nunca, es nunca.
Soy pesimista y digo:
- Me gustaría que las negociaciones de paz continúen, pero se van a interrumpir.
Después de decir eso, las negociaciones empiezan a fructificar.
Vuelvo a ser pesimista y digo:
- De corazón deseo que esa niña aparezca viva, pero esta claro que no va a ser así.
Inevitablemente, la niña aparece.
De hecho soy pesimista adrede. Matemáticamente, todos mis temores son disipados en el diario de las tres.
Esto no es una ilusión, es fácil de comprobar, todo esta grabado y se puede contrastar. Llevo dos años y medio sin acertar. En ningún tema.
Lógicamente mido mis opiniones, es una forma simple pero efectiva de dirigir el mundo.
No necesito rebuscados y maliciosos planes como Fu-Manchú, ni complicadas infraestructuras como el Dr. No y encima no soy el malo de la película.
Pero llevo las riendas.
Soy el calvito amable que últimamente se sienta a la derecha de la mesa. Seguro que no te imaginabas así al amo del mundo. El calvito pesimista de la tertulia.
Soy el mas antiguo, fíjate que soy el único de la mesa que estoy desde el primer día en el programa. Evidentemente cuando me di cuenta fue lo primero que dije:
-Algún día me sustituirán, aunque me gustaría trabajar siempre en este programa, lo cual es imposible.
Y aquí estoy. A todos se les ha sustituido menos a mi.
Todas las mañanas intento dejar el mundo mejor de lo que estaba, a veces me equivoco, pero mi intención es siempre buena.
Solo algo me preocupa: mi estado de ánimo no es bueno.
Mi mujer ha contratado a un abogado con MI dinero y se quiere quedar con Mi hijo, Mi casa, Mi sueldo y todo lo que es MIO.
No ha dejado de quererme, solo ha sopesado y de repente le interesa quedarse con todo lo mio y lanzarme de su vida.
¿Dónde han quedado las promesas de amor juradas? – Te amare siempre.
Me cabrea, no quiero ir al trabajo mañana. No en este estado de ánimo.
En cualquier momento el moderador me va a preguntar mi opinión.
Y tendré que responder.
Ella me dice que no se acaba el mundo. Y no se que opinar.

lunes, 14 de febrero de 2011

Cosas de enanos

El enano que vive en el corazón y el enano que vive en la cabeza no se hablan.
Tienen horarios diferentes, cuando el enano de la cabeza duerme, el del corazón canta y baila, y cuando el del corazón hace fiesta, el de la cabeza siempre tiene algo mejor que hacer.
Si uno se deja barba, el otro se depila hasta las cejas.
Si uno quiere estar tranquilo, el otro hace ruido.
El del corazón esta tan loco, que se golpea con cualquier cosa y a veces hay que entablillarlo.
Intenta no quejarse pero a veces se le escapa algún gemido.
El enano de la cabeza asoma por un agujerito y dice:
- ¿ves, ves?
El enano del corazón no responde, y pasa mucho rato en silencio. Mucho, mucho rato, casi una eternidad.
El enano de la cabeza asoma otra vez y pregunta:
- ¿Estás bien?
Pasa otra eternidad en silencio y cuando el enano de la cabeza ya no espera respuesta, asoma el del corazón y pregunta susurrando:
-¿Y tú, estás bien?

sábado, 12 de febrero de 2011

Lo que el agua me dio

Llevaba algo más de un mes en aquel maremágnum de acero y cristal cuando su compañera en el World Trade Center le regaló una invitación para el Guggenheim. La cartulina azul decía: Surrealism: Two Private Eyes, The Nesuhi Ertegun And Daniel Filipacchi Collections. Leyó rápidamente la letra pequeña que seguía. Con gran excitación comprobó que su admirada pintora estaba entre los artistas expuestos.

Llegó el ansiado día. Tras diez minutos de cola que parecieron horas, varios controles de seguridad y una galería dedicada por completo al surrealismo parisino, por fin estaba frente a él, un lienzo de poco más de medio metro cuadrado capaz de mostrarlo todo: el consuelo, la pérdida, el pasado, el presente, la vida, la muerte… Todo, flotando sobre el dolorido cuerpo de la artista. Desde bien niña se había sentido fascinada por aquella mujer, por su creatividad, por el colorido de sus ropas, por exhibir sin pudor el vello de su cara y por tantas cosas más. Ahora estaba allí, frente a la que consideraba la mejor de sus obras. Después de media hora estudiando la pintura un escalofrío la arrancó de su ensimismamiento. Casi sintió los ojos observadores a su espalda y el aliento rozando su nuca. Se dio la vuelta rápidamente pero no vio más que otros visitantes disfrutando de la exposición. Permaneció frente al lienzo un momento más y luego, todavía confusa por la extraña sensación de minutos antes, sin gran interés, recorrió el resto de la estancia. Cuando se disponía a salir miró hacia el cuadro a modo de despedida. Una llamativa tela verde y roja desapareció en ese momento tras un panel de escayola. Entonces comprendió que ella estaba allí.

Cuando en aquel verano de 1999 propusieron a Sara dejar Méjico para trabajar en Nueva York, nunca imaginó que viviría una de las experiencias más excitantes de su vida. A ella, como a Frida, nunca le gustaron demasiado los gringos. Había pasado gran parte de su tiempo despotricando contra ellos y su continua manía de mirarse el ombligo. Por entonces no encontró una sola buena razón para pensar con optimismo en su partida hacia aquel horroroso lugar.

martes, 8 de febrero de 2011

TAMBIÉN ES TIEMPO

Ha sido una mala noticia, terrible. Pero...

Aparte de lo triste del suceso, de la pena que comparto, de los recuerdos y todas esas cosas, yo siento que se abre camino en mí una urgencia desde dentro, una urgencia que seguramente viene heredada de mis ancestros y me dice "no pierdas tiempo, haz, mueve lo que sea, no te quedes parado, aprovecha esta impresión para inyectarte dinamismo, acaba cosas, acabalo todo y empieza lo que puedas, abarca."

Pero cuando te lo cuento me pides que pare el carro y me recuerdas que las prisas no llevan a ninguna parte, que la vida también es tiempo y la última coletilla queda en mi mente rebotando como un eco: "la vida también es tiempo, también es tiempo, es tiempo." La frase me parece demasiado elaborada para esta conversación casi estereotipada y me alegro de haber salido del manido "no somos nada". Por un momento imagino que posees un laboratorio secreto donde fabricas frases cortas que dicen muchas cosas, versos sueltos de poemas que nunca escribes o que escribes y no me muestras, que se yo. De cualquier manera, "la vida también es tiempo" pasa a engrosar la lista de frases que partiendo de nuestras conversaciones van a parar a mi propio repertorio.

Sospecho que dispones de una batería de frases definitivas esperando su hueco en alguna de nuestras conversaciones. ¿Es así? No lo vas a confesar, pero tú lo has dicho, la vida también es tiempo, y soy paciente. Si no quieres o no puedes darme el listado yo apuntaré las frases justo en el momento en que se produzcan en nuestra conversación.

Cuando las tenga todas...

domingo, 6 de febrero de 2011

Cinco minutos

Te despiertas y decides seguir unos minutos más en la cama. Es el resto del tiempo que te queda por dormir, el que robamos al despertador. Toda una vida por delante. Cinco minutos más y me levanto, lo juro y sigues en la cama mientras escuchas el ruido de los camiones de reparto o los pasos de la vecina, esa mujer que nos saluda en el ascensor con una ceja arqueada. ¿Qué hace esa gente con el tiempo?, te preguntas indignada. Y sigues durmiendo, un poco desvelada, es verdad, pero decidida a continuar con tu próposito. Nada como tener un propósito en la vida, aunque sea durante unos minutos.

viernes, 4 de febrero de 2011

El hombre delgado