Era tan insoportable que sus secuestradores, en vez de amenazar con quitarle la vida, manifestaron su propósito de devolverla a la familia sana y salva. Nunca fueron tan felices como entonces.
Cuando le pasaron la última cena por debajo de la puerta ella agarró suavemente la mano del encapuchado y prometió que se portaría bien si no la soltaban. Los secuestradores decidieron aguantar una semana más.
Cuando le pasaron la última cena por debajo de la puerta ella agarró suavemente la mano del encapuchado y prometió que se portaría bien si no la soltaban. Los secuestradores decidieron aguantar una semana más.
ResponderEliminarDesde entonces el síndrome de Estocolmo no preocupa a los psicólogos, lo han descatalogado y sustituido por el de Málaga, mucho más peligroso.
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