domingo, 11 de diciembre de 2011

Echo de menos la lluvia.

A mi siempre me ha gustado mojarme, nada de paraguas ni chubasqueros, al contrario, desde niño he pensado que había dos lluvias, una lluvia-enemiga que que te calaba hasta los huesos y te obligaba a refugiarte en un portal, traía resfriados, te estropeaba el día y otra lluvia, la lluvia amiga, que te invitaba a pasear con la cabeza descubierta, te refrescaba el alma y te reconciliaba con el mundo.
Nada diferenciaba la lluvia amiga de la enemiga, depende de como recibieras las primeras gotas. Podías decir "aqui viene la lluvia, que bien" o "que fastidio, aquí está la lluvia otra vez" ese era el juego al que jugaba de niño.
Ya mayor seguía con el juego, y cuando llegaba a los sitios chorreando la gente me preguntaba si no tenía paraguas o si necesitaba una toalla. Yo con mi sonrisa de tonto.
Todavía miro al cielo aunque sé que nunca volverá a llover.

1 comentario:

  1. Bendita lluvia, amiga o enemiga, qué gran placer el de empaparse.

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